“Qué te ofrezco de
tomar?”, me preguntó mientras abría la nevera. “Te ofrezco agua, Coca-Cola, jugo
de nar….”
“TROPICANA!?!?!?!”, dije
cuando en la nevera vi el mismo envase de jugo de naranja que compraba cuando vivía en
Harlem (Nueva York) e iba a ese súper mercado horrible llamado ‘Pathmark’ en el
que una de las únicas cosas que se salvaban era precisamente ese jugo. Es
verdad, el jugo estaba bien y era el único que entonces no tenía todo un
panfleto de ingredientes en la etiqueta (y por eso mismo lo compraba, me parece
tan absurdo como miedoso pasarse 10 segundos leyendo los ingredientes de un
jugo de naranja que en realidad lo único que tendría que tener eso: naranjas).
Ahora, estar viendo
en la nevera de esta persona en Bogotá el mismo envase de jugo que compraba en
Harlem me pareció un escándalo. O sea, esta persona me estaba ofreciendo en
Bogotá un jugo hecho con naranjas de California, cuando en cada esquina de esta
ciudad hay un puestico con un señor exprimiendo naranjas o vendiéndolas “por
tan sólo dos mil pesos”.
Qué hacemos cuando
tenemos tan dentro de nuestro sistema ese esnobismo que nos hace preferir lo
que nos traen de afuera por encima de lo nuestro? Si es que a ver, no estamos
viviendo en Islandia donde probablemente tendrán naranjas un mes al año y no
les debe quedar otro remedio que comprárselo a otro país; estamos hablando de
Colombia, en donde no hace falta sino salir a la calle en Bogotá todos los días para encontrar
naranjas frescas en cada esquina o bajar un poco a tierra más templada para
arrancarlas directamente de algún árbol!
Así que los
campesinos no sólo tienen que competir contra los bajos precios de muchos de
estos productos importados, sino con nuestra precaria construcción mental y el esnobismo que
no hace que entendamos a primerazo el absurdo que supone tomar todas las
mañanas en Bogotá un jugo de naranja traído de California. Por supuesto, para
cuando comencé a encontrarme jugos Tropicana en mis venidas a Colombia en los
súper mercados de Bogotá, el TLC había sido recientemente aprobado.
Yo por mi parte
desde hace algunos años siempre leo la etiqueta de los productos que voy a comprar, no sólo para ver que no me esté metiendo a mi
cuerpo ningún tipo de basura industrial, sino para saber dónde
fueron producidos. Cuando vivía en Harlem compraba el jugo
Tropicana porque de verdad era el único que sólo ponía ‘naranjas’ en los
ingredientes en la etiqueta, pero ni de broma compraría el mismo jugo en Bogotá
mirando la etiqueta y viendo que es 100% naranjas DE CALIFORNIA!
Hace falta mucha
conciencia, más información, más compasión y menos esnobismo. Podemos hacernos
un gran favor a nosotros mismos y comenzar a consumir productos locales desde
ya; y no sólo por el medio ambiente (será que se gasta igual combustible
trayendo naranjas desde California a Bogotá que desde La Vega?), sino porque apoyando
las industrias locales estamos haciendo un mejor país combatiendo este
sistema que pretende masificar e industrializar absolutamente todo, destruyendo las posibilidades de los pequeños negocios y sometiendo a los campesinos a las leyes de los más poderosos.
Pd: todo esto sabiendo que además muy probablemente a esta gente no le parecería ni la mitad de ‘cool’ comprar Tropicana si hubieran estado haciendo mercado conmigo allá en Harlem!