sábado, 15 de junio de 2013

Concierto desconcierto


El lunes tocamos en Paris, y el martes en Luxemburgo. Dos conciertos completamente diferentes, con la misma música y los mismos músicos. En esta carrera uno pasa de hoteles de cinco estrellas a  colchones en la casa de algún amigo; de salas llenas a medio vacías; de banquetes suculentos y comida chatarra. Si el panorama es adverso uno lo saca adelante, y si es muy cómodo uno lo disfruta como nadie; y si además lo que hila todo es una música increíble y una buenísima compañía, todo pasa a ser una anécdota más de esta impredecible y divertida vida itinerante.

PARIS

El lunes a las 10 de la mañana Sofia todavía seguía intentando desesperadamente encontrar a un ingeniero que nos hiciera el sonido por la noche, a un baterista que nos prestara unas bases de platillo para Marcelo, a un bajista que nos prestara un amplificador, a un afinador de pianos que pudiera venir antes del concierto, a alguien que nos ayudara con la venta de las boletas y de los CDs, y a gente para que viniera al concierto. Un periodista muy importante le había escrito un e-mail a Sofia la noche anterior diciendo que quería venir a nuestro concierto, y que tenía intención de grabarlo para pasarlo por una radio también muy conocida- es por eso que con más razón tenía sentido intentar adecuar la sala para que el concierto sonara muy bien. La Maison de Portugal es parte del complejo universitario parisimo “La Cité Université”, que tiene casas de diferentes países en las que viven estudiantes y donde se realizan eventos culturales de vez en cuando. Sofia había asistido alguna vez a un concierto ahí, y los había contactó para ver si nos prestaban la sala. No teníamos que hacer mayor papeleo, y tener el espacio a nuestra disposición habría sido muy conveniente de no ser porque el lugar no estaba equipado en lo más mínimo para albergar un concierto y la señora encargada de todo estaba de viaje.

Fuimos con Marcelo a dar una vuelta por el centro de Paris, y volvimos a la “Cité Université” a las 3 de la tarde. Apenas entré ví que había un señor afinando el piano de la sala: después de mucho insistir, Sofia había conseguido convencer a la señora encargada (y que estaba en Portugal) de que era justo que afinaran el piano (dado que nos habían dicho que estaría en buenas condiciones para nuestro concierto). Un problema menos! Sofia había dicho que llegaría a las 2.30pm, y ya eran las 4 y no sabíamos de ella. “Ya estoy llegando con el ingeniero y el equipo en el carro,” me dijo cuando la llamé por skype. “Si puedes vé a la entrada con Marcelo y Petros y me ayudan a bajar todo que estoy con el ingeniero pero necesitamos bajar todo el equipo. Y si puedes comprarme alguna cosa de comer te lo agradecería mucho, que todavía no he tenido un segundo para almorzar”. Petros fue a conseguir algún panini, y Marcelo y yo esperamos a que llegara para bajar todo y comenzar a montar la sala. “Si puedes ve ayudándome con las luces”, me dijo Sofia mientras hacía mil llamadas telefónicas. Saqué unas seis luces de un cuartico detrás de la sala, y duré como dos horas intentando hacer algo con ellas para ver si lográbamos que el lugar tuviera un poco más de ambiente. Encontré un poco de papel crepé azul y unos plásticos, y con unas tijeras que me prestó el ingeniero hice lo que pude para darles algo de color (y para que no termináramos el concierto ciegos- eran demasiado fuertes). Sofia salió corriendo a la casa de Brasil y de Estonia, donde supuestamente había también salas de conciertos (pensando que quizá ahí podrían tener bases de platillo para Marcelo, o algún amplificador de bajo), pero no consiguió nada y tuvo que volver con las manos vacías a seguir haciendo llamadas. Marcelo mientras tanto probaba montar sus platillos en una soporte de micrófono, ya que faltaban dos horas para el concierto y todavía no habíamos conseguido las bases, y yo seguía intentando ver la manera de poner las luces. “Conseguiste las bases?”, le pregunté a Sofia. “No”, me dijo. “Pero lo que me preocupa más en este momento es que el concierto es en dos horas y todavía no he podido hablar con la persona que nos va a prestar el contrabajo!”.

Petros viendo a ver si a través de algún amigo lograba conseguir bases de platillos, Marcelo probando sonido e intentando montar sus instrumentos como podía, yo lidiando con un cablerío imposible de luces y Sofia pidiendo ayuda de algún baterista en Facebook para conseguir bases y buscando la manera de conseguir hablar con el tipo que le iba a prestar el contrabajo (y que llevaba toda la tarde sin contestar el teléfono). La idea era que ella lo iba ir a recoger a las 6pm, pero nos habíamos retrasado y eso ya iba a ser imposible. Su plan ahora era pedirle que nos hiciera el favor de traernos el contrabajo, y ella le pagaría un taxi (en realidad su plan era conseguir hablar con él primero, porque seguía sin contestar el teléfono!). “Me parece que no deberíamos usar luces, llevo dos horas intentando hacer algo con esto y no he podido”, le dije a Sofia. “Pero este sitio no tiene nada de onda, mejor usémoslas”, me contestó. “No! Las luces encandelillan mucho, el escenario está lleno de cables que se ven muy mal, y se está quemando el plástico que les puse y puede que en mitad de concierto tengamos que evacuar por incendio!”. Sofia me hacía caras de que no disimulara un poco el estrés, ya que había un periodista (que llegó 40 minutos antes para ver si podía entrevistar a Sofia) que estaba sentado viendo toda la escena... quizá ya estaba imaginándose el titular en alguna revista de jazz: “Sofia Ribeiro, la cantante más estresada del país del fado”.

Marcelo me tomó esta foto para que pudiera ver cómo se veía el piano con las luces que habíamos puesto. Algunas luces rebotaban en la pared y encandilaban al público, el papel crepé azul corría peligro de quemarse, las caras de veían muy oscuras y el reguero de cables por el escenario era asqueroso.


Sofia llamó al lugar de ensayos en el que estaba el contrabajista, y logró que se lo pasaran al teléfono finalmente. “Perdón, es que estabamos tocando y aquí no hay señal- por eso no te había contestado. Lo siento, no voy a poder llevarte el contrabajo”, dijo. Un par de madrazos al aire, y luego de contar hasta diez y respirar profundo, llamó a un buen amigo que iba a venir a nuestro concierto y que también es contrabajista. “Me hubieras dicho antes”, dijo. “Claro que te lo presto, lo único es que sólo puedo llegar a la hora del concierto...” Una cierta paz rodeó la escena: no alcanzaríamos a probar sonido, pero al menos no íbamos a tener que hacer el concierto sin contrabajo (que viene siendo el 25% de la banda!). Logré finalmente convencer a Sofia de que desistiéramos de usar las pinches luces, y muy contento volví a guardarlas en el cuartito de atrás para subir a ponerme una camisa.  Sofia subió corriendo al cuarto a cambiarse también, intentando evitar a algunos amigos que querían saludarla y que ya habían llegado para el concierto. Mientras tanto yo le pedí el favor a una amiga colombiana que vino a vernos y a quien no veía hace años, que nos ayudara con la venta de tiquetes, ya que por supuesto no tendríamos a nadie ayudándonos con esa parte tampoco. Llegó nuestro amigo sudando con su contrabajo al hombro (para los que no sepan cómo es un contrabajo, búsquenlo en google e imaginense lo que es cargar con eso por el metro de Paris!) y tocamos una canción para probar al menos un poco el sonido, mientras se acumulaba la gente en la entrada. Subí nuevamente al cuarto corriendo por los CDs, y con gestos le pedí perdón a mi amiga por estar abusando de la confianza mientras le explicaba cuales eran los precios y le escribía una tablita para que apuntara lo que fuera vendiendo.

Comenzamos a tocar con la sala medio llena, y en el segundo tema le hice gestos desde adentro a mi amiga que nos estaba ayudando a vender CDs para que entrara (no quería que se quedara afuera todo el concierto, cuando inicialmente había venido a escucharnos!). Después de la segunda canción ví que había una gente en la puerta mirando a través del vidrio. Mientras Sofia explicaba la siguiente canción le hice nuevamente gestos a mi amiga de que fuera a abrirles (y probablemente a cobrarles la entrada), pero ella sólo me vió justo en el momento en el que un señor abrió la puerta y entró a la sala. En ese momento yo intenté decirle desde el piano que lo dejara así, pero ella no me alcanzó a ver y se fue detrás del señor que había entrado para cobrarle la entrada. Molesto (supongo que por haber sentido que alguien le estaba pidiendo que cobrar una vez ya había entrado, en frente de todo el mundo), el señor se salió de la sala nuevamente, y yo me levanté del piano y me excusé un segundo con el público. “You can stay”, le dije, ya en el pasillo. “But is it 10 euros?”, me dijo. “Don’t worry”, le dije, y el tipo me seguía mirando con cara de pocos amigos. “Please”, insistí, y el tipo de mala gana entró a la sala. Yo no sabía si él era el tal periodista que supuestamente había quedado de venir al concierto y que quería grabarlo, y no quería ser culpable de alguna nota en la radio en la que nos presentaran como los “músicos malagradecidos que intentaron cobrarle la entrada a un reputado periodista que venía dispuesto a escribir una nota y a grabar su concierto para la radio”. El ‘percance’ me desconcentró mucho y me costó dejar de sentirme un poco mal por el tipo, por mi amiga que no entendía porque le había hecho caras para luego salir de la sala a dejarlo entrar, por pensar que quizá él era el periodista famoso y habíamos quedado muy mal con él por haberle cobrado la entrada, etc.

Sofia tuvo que lidiar con una distorsión todo el concierto (con esa prueba de sonido de dos minutos no alcanzamos a hacer nada), Marcelo se las arregló para poner todo amarrando sus platillos y sus efectos de percusión a dos bases de micrófonos, yo estuve muy desconcentrado viendo a la gente que se asomaba por la puerta, y Petros no se pudo oir durante el concierto porque no tenía monitor. No fueron las condiciones más idóneas, y sin embargo a la gente le encantó y nos aplaudieron muchísimo, hubo momentos buenísimos musicales entre nosotros y vinieron amigos de muchos lugares que no veíamos hace mucho. Vendimos algunos CDs y después del concierto y de terminar de organizar todo fuimos a tomarnos algo en frente del lugar con un grupo de gente increíble que salió super feliz de habernos oído tocar. Nos fuimos a dormir completamente exhaustos a las 2.30 de la mañana, y a las 9 del día siguiente salimos con Sofia en el carro nuevamente a devolver todo el equipo al otro lado de Paris, para luego volver a recoger a Marcelo y a Petros y viajar hasta Luxemburgo.

pd: El tipo que entró a nuestro concierto en la mitad terminó siendo un cretino que simplemente estaba pasando por ahí, y pese a que lo invitamos y a que yo intenté ser querido con él, me ignoró y pasó de largo cuando me acerqué a despedirme de él. El periodista famoso que había dicho que grabaría el concierto para una radio muy conocida (razón por la cual Sofia insistió tanto en alquilar un buen equipo), nunca llegó.


LUXEMBURGO


Manejé casi todo el trayecto desde Paris a Luxemburgo, con alguna parada para comer y despertarme un poco. Llegamos a un pueblito en el campo, y ahí llegamos al lugar con ayuda de nuestro querido amigo GPS. Esa noche tocaríamos en “L’Inoui”, el más importante club de jazz del país. Dejamos el carro en frente del lugar y bajamos a probar sonido. Marcelo montó su set de percusión y Sofia conectó su micrófono, y a los 10 minutos de haber llegado ya estábamos probando sonido. Una vez cómodos con el sonido salimos a una casita a diez metros del club, que el dueño tiene para hospedar a los músicos que tocan ahí. La casa es era enorme y tenía cuartos para todos, y ahí descansamos un rato antes de volver al club para cenar. Nos sentamos para disfrutar de una comida deliciosa con buen vino, y después de poco tiempo vino el dueño a decirnos que ya iba a apagar las luces para que comenzáramos el concierto. El lugar estaba lleno total, y tocamos dos sets que terminaron en una ovación de pié por los asistentes, que nos pidieron que tocáramos tres canciones más. Al final nos compraron muchísimos CDs y nos elogiaron mucho, y al final nos quedamos un rato conversando con algunos de los asistentes y tomando cerveza y vino luxemburgués. A las 2 de la mañana nos fuimos a dormir un par de horas a nuestra cómoda casita (que no pudimos disfrutar mucho porque a la mañana siguiente temprano teníamos que ir a dejar a Petros y Marcelo al aeropuerto).

Terminamos la gira con el concierto de Luxemburgo con muchos CDs vendidos, y buen vino y cerveza luxemburguesa. Petros Klampanis (contrabajo, Grecia), Sofia Ribeiro (voz, Portugal), yo y Marcelo Woloski (percusión, Argentina).



FIN.